Estudian en la UABCS frecuencia de ataques de orcas a ballenas jorobadas

El estudio tiene el objetivo de conocer la presión a la que se encuentran expuestas estas especies en el Pacífico Mexicano
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La Paz, Baja California Sur (BCS). En una investigación realizada para obtener el grado de bióloga marina, Adriana Citlalli del Águila Vargas, quien es egresada de la UABCS, estudió la frecuencia de los ataques de orcas a ballenas jorobadas en el Pacífico Mexicano, con base en su distribución, sexo y pigmentación.

La investigación estuvo guiada por el doctor Jorge Urbán Ramírez, profesor-investigador del Departamento Académico de Biología Marina de la Universidad.

El principal depredador de las ballenas jorobadas es la orca, a pesar de que los encuentros con este depredador son raramente observados. Sin embargo, es posible encontrar cicatrices producidas por las mordidas de orcas en la aleta caudal.

En el Pacífico Mexicano existen tres áreas de congregación de la ballena jorobada: sur de la península de Baja California, Costa Continental, desde Sinaloa hasta Centroamérica, y el Archipiélago de Revillagigedo, distinguiéndose dos poblaciones: una oceánica y una costera.

En el trabajo de Adriana Citlalli, durante el periodo 2004-2006 se fotoidentificaron  mil 728 individuos de las tres congregaciones, con base en las características de la cara ventral de la aleta caudal. Todos los individuos fueron clasificados de acuerdo a la presencia de cicatrices de mordidas de orca y su pigmentación.

La proporción de ballenas con cicatrices para el Pacifico Mexicano fue de 29.86 por ciento, la frecuencia más alta en el Pacífico Norte. Por su parte, la península de Baja California y el Archipiélago de Revillagigedo tuvieron un 32 por ciento cada uno, y Costa Continental resultó diferente significativamente, con 27.2 por ciento. Lo anterior indica que existe una frecuencia más alta de ataques de orcas en la subpoblación oceánica.

Además, a partir de análisis moleculares y conductuales se identificó el sexo de 543 ballenas, resultando 356 machos y 186 hembras. La frecuencia de cicatrices entre sexos fue diferente significativamente (machos 30% y hembras 39.8%), sugiriendo que las hembras son atacadas frecuentemente al defender a sus crías.

Al relacionar la pigmentación de la aleta caudal con la frecuencia de las cicatrices no se encontró una diferencia significativa entre las distintas pigmentaciones, lo cual sugiere que la pigmentación de la parte ventral de la aleta caudal no determina qué tan vulnerables sean las ballenas jorobadas a ser atacadas por orcas.

La conclusión del estudio indica que la mayoría de los ataques ocurren cerca de las zonas de reproducción, sobre todo en ballenas que tienen migraciones más largas y en las que se distribuyen en su población oceánica, es decir, en aguas abiertas.

A pesar de esto, la investigadora señala que la baja proporción de aletas caudales con lesiones graves reflejan que la mayor parte de los ataques no son exitosos, mientras que la alta proporción de caudales con lesiones leves muestran que las orcas, más que buscar alimentarse de las ballenas, evalúan al animal como presa potencial y que en algunos casos el objetivo del ataque son sesiones de entrenamiento para orcas jóvenes.


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