Daniel Tuchmann, leyenda viva del blues-rock sudcaliforniano

Su éxito más conocido es "La última neurona", que grabó con la compañía discográfica BMG Ariola
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La Paz, Baja California Sur (BCS). Daniel Tuchmann Melgar nació el 5 de julio de 1957, en la ciudad de La Paz. Su abuelo llegó a la media península proveniente de Austria, cuando aún era el imperio astrohúngaro, entre 1918 y 1919, y junto al viejo Schcolnik vendía todo tipo de mercancía a lomo de mula. En Cabo Falso, donde se encontraba su último cliente, el farero, conoció a la que sería su esposa.

“Siempre digo que es una coincidencia curiosa, porque el padre de mi abuelo, en lo que ahora es Austria, era rabino del pueblo, el que cuidaba la luz espiritual de la población; y el bisabuelo materno era farero, que también era el que cuidaba la luz, pero de manera literal”, cuenta nuestro guitarrista, que recuerda haber sostenido con fascinación una guitarra por primera vez a los 12 años de edad, curiosamente una guitarra eléctrica.

Un año antes había vivido el “summer of love”, el verano del 68 en San Francisco, y aunque para ese entonces sólo le interesaba el beisbol, lo que vería y escucharía durante esos días lo cambiaría para siempre.

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“Me acuerdo bien de todo lo que veía desde la ventana del carro, todo el Golden Gate Park, los hippies y a veces gente desnuda caminando en las calles y toda la loquera del movimiento en San Francisco; el verano del 68 fue cuando pasó todo en la música, cuando estaba tocando Jefferson Airplane, Jerry García, Santana, todo ese rollo, entonces todo eso lo absorbí, seguramente, porque a los 19 años volví a Berkley y me dediqué a tocar en Telegraph Avenue y los campus de Berkley”.

Aunque es conocido por su incursión en el rock, Daniel Tuchmann se sabe más que nada un blusero, pues es algo que lleva consigo de una forma casi mágica, desde que “El Güero Susarrey” le otorgara el don del blues.

“El blues se pasa de persona a persona, como se pasa el Siddha Yoga, por gracia del gurú”, explica, recordando que en los setenta una banda llegada de Humboldt County estuvo una temporada en La Paz, y fue entonces cuando el blues tocó tierra en BCS. Para ese entonces, Daniel tocaba en el bar Aquarium, donde ahora es el hotel 7 Crown, y alternaba Black Sabbath y cumbias, a fin de tocar lo que le gustaba y darle gusto “a la bola de borrachos”.

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A los 16 años de edad viajó al Distrito Federal (DF) ya con la intensión de dedicarse a de lleno a su pasión, y se inscribió en la Escuela Nacional de Música, aunque para ello era necesario pertenecer a un Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), por lo que se inscribió en el campus Vallejo y asistió un solo día. En la Escuela Nacional de Música se unió al laboratorio de composición de Julio Estrada, discípulo de Karlheinz Stockhausen, donde reció materias como invención de instrumentos, experimentación sonora y electroacústica, materias, estudiando junto a compositores mexicanos de la talla de Federico Álvarez del Toro y Marcial Alejandro. Sin embargo, no duraría mucho tiempo en la academia, pues sus intenciones iban más allá de la rigurosidad de los cánones.

“A muchos se les olvidó por qué habían entrado a la escuela, porqué querían crear. De repente te encontrabas con que estaban haciendo música de gente que murió hace doscientos o trescientos años; de manera que peligra tu proyecto personal y te jala hacia la academia, en donde se te olvida porqué estás ahí en primer lugar”.

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En la capital del país tocaba rock únicamente en lo hoyos funkies de la calzada Zaragoza, pues después de Avándaro tocar rock “era como puchar drogas, estaba prohibido”.

A principios de la década de los ochenta conoció a Amparo Ochoa, Óscar Chávez y Gabino Palomares, con quienes formó el grupo representante del “canto nuevo” en México, un estilo que la empresa discográfica alemana BMG Ariola buscaba explotar en la nación azteca tras conseguir éxitos comerciales en España, Brasil y Argentina. En esos días incluso con Celia Cruz, Beny Moré, Tania Libertad, Betsy Penanins y Eugenia León, pero no dejaba de ser parte de bandas como Machete, que era del Partido Comunista, y Son de Merengue, donde era compañero de Diego Herrera, quien después fundaría Caifanes junto a Saúl Hernández.

En 1986, con BMG grabó La última neurona, su álbum célebre, donde además de la canción que lleva el mismo nombre del disco, la más exitosa, es recordada Laura, Hace como un año y Bella fugitiva, que tiene letra del poeta sudcaliforniano Edmundo Lizardi.

Ricard Miralles, el arreglista de Serrat, iba a ser el arreglista de ese disco, si yo no la hubiera hecho de pedo, al modo, porque por nacionalista no quise que un gachupín hiciera los arreglos, y por eso fue Eugenio Toussaint, pero si yo le hubiera hecho caso a la compañía la historia hubiera sido otra, porque para empezar hubiera entrado a Europa, entonces mi vida hubiera sido otra, pero como yo me puse aferrado; eso sí, hicimos un disco que es un clásico, con todo lo que yo quise y lo que yo pedí”.

La última neurona fue el último título de BMG en LP y el último bajo el sello de canto nuevo, porque ese mismo año la disquera cambia de directiva y el nuevo gerente inicia la campaña Rock en tu Idioma, donde surgirían grupos como Caifanes y Soda Stereo.

Daniel Tuchmann se retiró a una vida relajada en donde se dedica a tocar guitarra, vivir su música, a veces en Estados Unidos, a veces en México, en ocasiones arriba de un gran escenario, en otras sobre una pequeña acera de una avenida poco concurrida. Actualmente pasa una temporada en La Paz, la tierra que lo vio nacer, y toca jueves y sábados en el bar Baja Rock, pero, como suele hacerlo, podría desaparecer un día y volver después de una década, siendo mejor músico que antes de partir.


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Salo
Invitado
Salo
9 años hace

Al guero Susarrey aún se le ve caminar por la 16, tranquilo, como si nadie lo conociera, leyenda viviente de la música sudcaliforniana, a Tuchmann se nos aleja mucho, a veces preguntamos si aún vive. Felicidades por el reportaje.

Sobrino2121
Invitado
Sobrino2121
9 años hace

Una leyenda??? FELIX FIGUEROA… veras, busquenle tantito….

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