Detrás de un agente de la Policía Municipal también hay una familia

Cristóbal Talamantes Amador nos cuenta sobre su trabajo dentro de la corporación, hoy en el Día del Policía
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La Paz, Baja California Sur (BCS).  A Cristóbal Talamantes Amador le gusta su trabajo. Él es agente de la Policía Municipal de La Paz, en el Área de Vialidades. Va a cumplir seis años de haber entrado en la corporación, y no se arrepiente.

El policía moviliza el congestionado centro de la ciudad. Con el silbato es capaz de que el bulevar 5 de Mayo, cerca del Tianguis Navideño Madero, fluya o se pare de pronto.  Los vehículos deben frenar para que las personas logren cruzar la avenida sin ningún peligro.

Empezó como todos los demás: en la Policía Comercial. Jornadas de 12 horas y, en ocasiones, hasta 24 horas. Un año duró así. Después fue enviado a vialidades, a una motocicleta. Hace poco, se bajó para andar a pie y movilizar el tráfico.

En el departamento en el que ahora trabaja, los horarios se acortaron a ocho, sin embargo, cuando hay servicio especial debe acudir y terminar más tarde.

En fin de semana de operativo termina a las 01:00 de la mañana y los sábados, a veces, llega a casa a las 04:00 de la mañana. Pese al largo periodo que labora, no se queja, porque piensa que le queda tiempo suficiente para jugar fútbol con su hijo.

A las 06:15 de la mañana debe estar listo en las oficinas de la Dirección General de Seguridad Pública, Policía Preventiva y Tránsito Municipal, en la avenida México, para pasar listo y ser trasladado a su puesto.

“Sí queda tiempo para convivir con nuestros hijos que participan en algún evento deportivo. Tengo un hijo en la preselección estatal de futbol de Baja California Sur. Tiene que aplicar unas pruebas que deberá pasar para se vaya con ellos, pruebas de habilidad física”, expresó orgulloso.

Cuando entrevistas a Cristóbal, él no deja de trabajar aunque sea el Día del Policía. Detiene su plática. Sopla al chiflo. Les llama la atención a los automovilistas por no permitir el paso a una ancianita y a una menor de edad y sigue su charla.

“Le falta mucha cultura vial al automovilistas y del peatón. La gente no sabe cruzar por las líneas amarillas, no saben la significación de las líneas. Las mujeres en su mayoría son las que se molestan al tratar de explicarles, a veces hasta groserías”, explicó.

Cuatro años en motocicleta, le dejaron varios recuerdos increíbles. Uno de los últimos sucesos que rememora es un accidente en Pichiligue. “Un Honda café de dos puertas, en el que cuatro personas resultaron ilesas;  se impactó con el cerro y no les pasó nada”, dijo.

“A veces no te explicas cómo salen ilesos”, remató.


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