Egresada de la UABCS busca aplicar harina de jaiba como fertilizante orgánico

El uso de fertilizantes químicos sintéticos ha provocado grandes problemas para la agricultura debido a su aplicación indiscriminada en los últimos años
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La Paz, Baja California Sur (BCS). Guadalupe Candelaria Castro Márquez, egresada de Ingeniería en Agronomía de la Universidad Autónoma de Baja California Sur (UABCS), realizó un experimento para determinar la eficiencia de la harina de jaiba en el desarrollo de la planta de tomate.

El uso de fertilizantes químicos sintéticos ha provocado grandes problemas para la agricultura debido a su aplicación indiscriminada en los últimos años, lo que ha traído consecuencias para el ambiente e, incluso, para la salud humana, y por ello una de las alternativas para disminuir esta serie de impactos es practicar la agricultura orgánica, método que hace uso de fertilizantes de origen natural. Además, el uso de este tipo de productos puede ser una opción para reducir los costos económicos de los productores.

Actualmente se sabe que una fuente de nutrientes para la agricultura es el mar, específicamente los desperdicios marinos que genera la industria pesquera. El principal destino de estos deshechos es la fabricación de harinas de pescado, las cuales han mostrado grandes ventajas en la fabricación de fertilizantes y en maximizar la calidad de las plantas.

Castro Márquez señaló que las jaibas son crustáceos bentónicos que pertenecen a la familia “Portunidae”, un grupo relativamente diverso en el Golfo de California que se compone de cinco géneros y 15 especies.

El tomate saladette es uno de los cultivos más importantes en BCS, ya que es muy rentable para algunos productores de la región y es una planta muy versátil que crece bien en casi todos los climas y terrenos. Sus variedades más conocidas son el tomate bola y el cherry.

En lo que se refiere al experimento, primero se realizó un análisis de sanidad y nutrimental de la harina de jaiba. Los resultados indicaron que el producto contenía un 23.83% de calcio, 2.44% de fósforo y 1.95% de nitrógeno. Estos indicadores demostraron el posible potencial fertilizante de este producto.

Posteriormente se procedió a realizar el trabajo de campo en el invernadero del Cuerpo Académico de Suelos y Zonas Áridas de la UABCS. El estudio se llevó a cabo entre los meses de mayo y julio de 2014.

Para la investigación se estableció una estructura de malla sombra al 60%. Los tratamientos utilizados fueron mezclas elaboradas con sustrato comercial Sunshine, como testigo. Este tipo de material permite el anclaje del sistema radicular de la planta, es decir, desempeña un papel de soporte para la planta.

Las variables a medir fueron la altura de la plántula, el diámetro del tallo y el número de foliolos (hojuelas). Se utilizó un diseño de bloques completamente al azar y los datos se analizaron con un programa especializado. En cada tratamiento se sembraron 32 plantas, con 4 repeticiones. Los datos que se incluyeron en el programa se tomaron de 10 plantas, de cada uno de los tratamientos. Las mezclas del sustrato con harina de jaiba se hicieron en proporciones de 5, 10, 15 y 20%.

De acuerdo a las variables estudiadas, el mejor comportamiento de las plántulas de tomate se dio al utilizar la harina en un 10%, mezclado con un 90% de sustrato comercial. Lo anterior demuestra que el residuo marino tiene un posible potencial fertilizante en la producción de cultivos agrícolas, particularmente el tomate.

Sin embargo, en sus conclusiones, Castro Márquez señala que es conveniente continuar con los estudios en esta materia, sobre todo acerca de las dosis adecuadas de harina de jaiba, ya que su utilización en exceso puede ocasionar problemas al usarse como sustrato en la producción de plantas por sus altos contenidos de calcio.


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