La Paz, Baja California Sur (BCS). Hoy no ha habido muertos. Ni uno solo, si acaso algunos detenidos, pero nada más. Y se notaba en el Parque Revolución. El barullo hacía creer que todo estaba bien, como si nunca hubieran asesinado a balazos a un joven de escasos 20 años, víctima del enfrentamiento entre grupos del crimen organizado.
El sábado 29 de noviembre, por lo menos en el Parque Revolución, la gente salió. La explanada se llenó de risas de niños y niñas que se deslizaban por los pasadizos de plástico con la mirada atenta de uno que otro padre.
Los Scouts jugaban futbeis. Ese extraño híbrido entre el béisbol y una pelota de fútbol; se veía que la justa iba pareja. Los equipos eran mixtos y todos competían por lanzar muy lejos el balón blanco, a veces el pie rebanaba el esférico ni a primera base llagaban unos.
En una esquina, en las sombras, un músico encuerda su guitarra con la esperanza de vender canciones. Parece que era temprano, porque los mariachis que visten de blanco todavía no llegaban. En la banca posterior al conjunto musical, dos ancianos platicaban como amigos, como si se conocieran desde hace tiempo; quizá recordaban La Paz de aquellos tiempos en la que crecieron sin temor.
A pesar de la oscuridad, la gente se divertía. Pese a la noche, pese a las ejecuciones, vendedores expulsaban olores en una cofradía aromática con el viento: elotes, hot dogs, chicharrones.
En Parque Revolución se resiste a someterse a la paranoica, por lo menos los vecinos aceptaron el reto de continuar con su vida una noche. Por ello, la música suena y un grupo de mujeres practican pasos de baile. Vibran bajo la amarillenta luz del kiosco mientras los skaters hacen ruido con su patinetas al caer un truco.
¿Cuántos jóvenes habrán perdido la oportunidad de ser jóvenes por convertirse en narcomenudistas o sicarios de una agrupación criminal?
El grito pausado, continuo y agudo de una mujer hace eco en el lugar. Su voz sale de una bocina y ella lleva la batuta de gritar la carta que sigue: juegan lotería. Quienes la escuchan con atención, son un grupo de señoras que cada sábado se reúnen para desafiar a la suerte. Para desafiar a los rumores que hablaban de amenazas contra civiles. En ese momento no había miedo.
Ellos dejaron atrás conversaciones que recordaban el traqueteo de armas sonando. Los papas, las familias, se divirtieron en aquel parque. Ese día no hubo muertos, pero una pregunta ante la valiente decisión de la gente de seguir viviendo:
¿Y las madres? ¿Cuántas han llorando ante una lucha por el control de La Paz?