El Killiki, de boxeador a vendedor de “las cervezas más frías” de La Paz

El Killiki fue instructor en el Cereso por 31 años, entrenó junto al "Molote" Cota y consiguió su licencia de alcoholes comiendo caguama con Liceaga
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La Paz, Baja California Sur (BCS). Es recordado como uno de los mejores peleadores de La Paz, pero no fueron sus récords los que lo convirtieron en leyenda, pues sus mejores triunfos los consiguió en las calles, donde sólo la evocación lleva la cuenta; Pedro de Jesús León, mejor conocido como “El Killiki”, se posicionó como personaje irrepetible gracias a su arraigada sudcaliforneidad, el trato directo, sincero y auténtico con pobres y ricos, el impulso que dio al deporte, además de por supuesto vender las cervezas más frías de la ciudad. “Pocos saben mi nombre”, reconoce El Killiki, y asegura que el origen de su apodo es  “un misterio que quedó en la historia”.

“¿Sabes dónde me hice boxeador? En la calle. Éramos muy peleoneros y salíamos a los bailes a cotorrear, pero también a pelear, nomás a pelear, y ahí aprendí a tirar chingazos […] Eran pleitos bonitos, no había picados, no se golpeaba en el piso, no se pateaba ni nada”, recuerda El Killiki pensando en aquella ciudad de La Paz cuando todavía existía la cárcel del “Sobarzo”, en lo que hoy es la Biblioteca Justo Sierra, y la multa por salir después de una riña era de cinco pesos.

Su mentor fue Manuel Cruz, que con 95 años de edad aún vive, y lo inició en el mundo pugilístico a los 15 años, al igual que a otras grandes leyendas como “el Molote Cota, el Memo Ayón y Felipe Miranda”. En aquellos tiempos los peleadores entrenaban con “dos costales y una perita debajo de un mezquite”, nada más, “no necesitaban un gimnasio, como los actuales, que si no tienen rings bonitos no entrenan”, se burla, mostrando que “antes había peleadores buenos, no las pinches chiruzas que andan ahorita” que se dedican a “tirar aceite nomás”. Lo que ocurre principalmente por dos razones, opina: la mercadotecnia y los vicios.

“Aquí la palomilla se echa mucho a perder, a mí me consta porque hice muy buenos peleadores que ya llegando a la mayoría de edad se echaron a perder: unos se meten a las drogas, otros se meten a la cheve, y una cervecita ¿por qué no?, todos tenemos una forma de pasar la fiesta, pero no andar borracho […] Hoy hay mucha mercadotecnia también, antes no había ese cochinero de mercadotecnia, no había modelos como el Canelo, ahora el peleador parece que está hecho de hilacha, porque antes el peleador se aventaba quince rounds y no tenía la alimentación que tienen ahorita, los médicos, que esto y que lo otro, eran albañiles, eran mecánicos, trabajaban en las mañanas y entrenaban en las tardes y eran pedos como el Toluco, el Molote y el Semito”.

Hubo una etapa en  la vida del Killiki, cuando pasaba los 30 años, en que debió tomar la decisión de dedicarse a ser réferi o manager, decisión que todos conocemos y le dio para ganar dos trofeos como mejor entrenador del año, la oportunidad de formar a grandes boxeadores e ingresar al Centro de Reinserción Social (Cereso) de La Paz como instructor deportivo, donde, haciendo uso también de sus dotes de basquetbolista, logró que por primera vez los internos salieran de prisión para competir en torneos locales y nacionales, llevando al campeonato a más de un equipo y más de un peleador. Del Cereso se jubiló apenas en agosto de 2013, después de 31 años.

Y hablando de su popular expendio de cerveza, ubicado en Belisario Domínguez, a una calle del malecón, es importante decir que está apenas a tres años de cumplir medio siglo de existencia, convirtiéndolo no sólo en uno de los sitios más antiguos donde los paceños compran cerveza, sino también uno de los más concurridos por políticos, y es por esto quizá que El Killiki y su familia pasaron tanto tiempo vendiendo el preciado líquido sin permiso alguno.

“Le voy a decir la verdad”, cuenta, “yo nunca tuve permiso para vender cerveza. Yo era muy conocido aquí, los gobernadores de antaño, los políticos de antaño, me conocían mucho y ellos mismos venían a comprarme la cerveza aquí, como el papá de Ángel César Mendoza Arámburo, Víctor Liceaga, Alvarado, el abuelo de Barroso Agramont, todos esos gobernadores eran de aquí, vivían en la siguiente cuadra”.

Así, de esta manera tan casual, platica que en una “caguamada” con Víctor Liceaga fue cuando inició su trámite para obtener el permiso de alcoholes, claro está, dice orgulloso, sin pagar un cinco, “por órdenes del gobernador”.

El Killiki es el mismo que cuando cursaba el sexto de primaria en la escuela 18 de Marzo lo devolvieron a su casa porque no le gustaba usar zapatos, y aunque ahora calza huaraches, confiesa que no sabe vestir camisas. “Yo soy paceño cien por ciento, indio pata rajada”, apunta orondo, mas envuelto en la nostalgia de La Paz antigua, porque “La Paz ya no es la paz”, lamenta, hoy “La Paz es el desmadre”.

El-Killiki-1

“Me van a extrañar cuando me vaya”, adelanta sabiamente, reconociendo que ha sido una persona feliz toda la vida, pues ha hecho lo que le ha dictado su corazón. “A lo mejor yo fui muy pendejo”, piensa a veces, porque jamás aprovechó para beneficios malsanos su cercanía a los políticos, sus amigos, pero siempre supo que todo aquello que venía con él cuando nació era suficiente como para pedir aún más, por lo que ahora sólo le resta, sabe, disfrutar el resto del viaje y esperar la hora iluminada que lo devuelva con su amada esposa.


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Profe Armando Rosas
Invitado
Profe Armando Rosas
9 años hace

Excelente historia

culebra
Invitado
culebra
9 años hace

Pobrecito, ya pensando en colgar los guantes

tyger
Invitado
tyger
8 años hace

exelente persona y mas un gran ser humano entrenador de grandes boxeadores paceños y algunos foraneos dando muy buenos resultaos tanto a nivel amateurs como profesionales la verdad un graan aamigo y es muy justo aserle un gran homenaje ahora q lo tenemos con nosotros ojala las aautoridades correspondientes echen un ojo a esto y se lo hagan qe muy merecido lo tiene en hora buena mi killiky saludos p.d. tambien fue mi entrenadoor

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