Trump, una amenaza para el planeta

Alejandro Olivera es representante en México del Centro para la Diversidad Biológica.
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La plataforma política del presidente electo Donald Trump y las declaraciones que ha hecho antes y durante la contienda presidencial dejan ver que en su administración se promoverá un desastre en torno a las políticas ambientales de ese país, las cuales tendrán graves consecuencias más allá de sus fronteras.

La incertidumbre sobre la justicia ambiental en los próximos cuatro años es ahora alimentada por el secuestro de los tres poderes de gobierno por los republicanos, toda vez que se esperan aplastantes decisiones que promoverán una nueva “revolución energética”, en palabras de Trump, que facilitará y promoverá el uso de energías sucias. Una economía pro petróleo y con ello la emisión de más gases contaminantes. Si analizamos la plataforma política del presidente electo podemos dar cuenta de lo anterior.

Lo que se plantea es un retroceso a lo que se ha comprometido la administración de Obama este mismo año como parte de los Acuerdos de París, que es el de recortar las emisiones entre 26 y 28 por ciento por debajo de los niveles de 2005, para el año 2025. Con esto Trump pone en riesgo el acuerdo multilateral mundial más importante de los últimos años en torno a la reducción de gases de efecto invernadero (GEI). Afortunadamente para hacer esto, según las mismas reglas del acuerdo EEUU no podría terminarlo ante la Convención sobre Cambio Climático hasta del 5 de noviembre de 2019, que sería en la mitad de su mandato, además, la decisión no surtiría efecto hasta un año después, lo que se trasladaría al final de su administración. Esto es de gran relevancia ya que EEUU  es actualmente el responsable del 25 por ciento de las emisiones de gases contaminantes del planeta.

También es de esperar un reacomodo geopolítico, no sólo por la búsqueda de eliminar tratados comerciales, sino porque Trump buscará salir de la OPEP. El presidente número 45 ha planteado “declarar el dominio de la energía estadounidense como un objetivo estratégico de política económica y de política exterior de Estados Unidos, liberar los 50 billones de dólares estadounidenses en reservas de gas de esquisto, petróleo y gas natural sin explotar, además de cientos de años en reservas de carbón limpio, convertirse y permanecer totalmente independientes de cualquier necesidad de importar energía del cártel de la OPEP o de cualquier nación hostil a nuestros intereses, incentivar las concesiones en tierras y mares federales, eliminar la moratoria sobre las concesiones de carbón y abrir los depósitos de energía de gas de esquisto”.

No hay tal cosa como el carbón limpio, es de las fuentes convencionales de energía más contaminantes, así como el fracking o fracturación hidráulica, que ha sido una técnica que utiliza grandes cantidades de agua, contamina los mantos freáticos, el aire y usa sustancias tóxicas que han dañado la salud de quienes habitan alrededor de los pozos. No por nada hay países en donde esta práctica está prohibida.

Aún hay más, sin duda lo que reafirma el escepticismo sobre el cambio climático, que quizá es el argumento más anti ambiental conocido de Trump, es la propuesta de “reducir y eliminar todas las barreras a la producción responsable de energía, y eliminar las regulaciones más intrusivas, como la regulación de Aguas de los Estados Unidos, y el Plan de Energía Limpia de la Agencia de Protección Ambiental (EPA).

Estas propuestas terroríficas, son palabras literales de la plataforma política de Trump. La regulación de aguas de los Estados Unidos al menos busca proteger a los humedales y ríos que son consideradas reservas de la nación. Por su parte, el Plan de Energía, también conocido como regla de la EPA, es una regulación que busca ampliar el alcance de la Ley de Aire Limpio para reducir las emisiones de dióxido de carbono. Acabar con estas regulaciones no muestra más que la ignorancia no sólo en política sino en medio ambiente.

Las políticas Trumpistas también propician violaciones al derecho humano al medio ambiente sano. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ha advertido que la contaminación del aire se convertirá en la principal causa ambiental de mortalidad prematura, inclusive por encima de aguas contaminadas y falta de saneamiento, con una proyección de que se duplicará en el mundo el número de muertes derivadas de la exposición a material particulado, pasando de más de un millón hoy en día a aproximadamente 3.6 millones en el 2050.

Es poco probable que la mayoría de los votantes hayan consultado la plataforma de Trump. El resultado electoral puede ser considerado como una crisis de la ciudadanía estadounidense que además estaba molesta, de la cual el ex candidato se aprovechó a través de discursos simplistas y demagogos. Así pues, la elección del nuevo presidente representa una pérdida para el capital natural, un retroceso en la legislación ambiental, un riesgo para la salud, más emisiones de gases contaminantes que propician el cambio climático, debilitamiento de la justicia ambiental, lo cual se traduce en un daño a la economía, en más enfermedades y un riesgo para todo el planeta si consideramos la huella ecológica de ese país.

Sin embargo, la esperanza para los próximos cuatro años ahora se centra en las legislaciones locales de los estados que han mostrado políticas ambientales más progresistas, y que coinciden con la mayoría de votantes demócratas. Nueva York, Vermont y Maryland ya prohibieron la fracturación hidráulica, y California ha sido líder en la gestión de agua, emisión de gases, residuos, etc. Queda depositar también la esperanza en los jóvenes de 18 a 25 que no votaron por esas propuestas, que pueden representar la fuerza para defender el estado de derecho. Por ello, hoy más que nunca necesitamos redoblar los esfuerzos para trabajar y defender las políticas ambientales que no sólo repercuten sobre Estados Unidos sino en nuestro planeta.

 

 


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