Don Juan Lucero, el hombre que da vida a la madera en La Paz

A los 70 años, ha encontrado el sueño de su vida
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La Paz, Baja California Sur (BCS). Don Juan Lucero de la Toba no es poco famoso, de hecho, según platica, ha sido entrevistado por casi todos los medios de comunicación de La Paz en los últimos 10 años, lo que le ha valido el epíteto del hombre que da vida a la madera, pues luego de trabajar durante 34 años en la industria hotelera, hoy vive su sueño: tallar y construir aves.

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Don Juan utiliza pino americano y canadiense para trabajar, logrando que sus aves, algunas como rehilete y otras como colgantes, mantengan un movimiento que las confunda con la vida. Sus manos pueden crear a cualquiera de los surcadores de cielos, pero le gustan más las gaviotas, los pelícanos, los gansos, los tucanes, los colibríes, los correcaminos, los cotorros y los cardenales.

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Nació en Santa Rosalía, municipio de Mulegé, hace casi tres cuartos de siglo, y recuerda que cuando tenía seis años de edad, sentado en la playa, no pudo despegar sus ojos de una gaviota que se mantenía en el horizonte elevada por el viento, apenas inmóvil, lo que lo sorprendió de tal manera que desde entonces trató de imitarlas. Antes de los 10 años de edad ya era un experto en hacer gaviotas colgantes que movían sus alas con corrientes de aire, pero en aquellos años las elaboraba de cartón.

don juan lucero de la toba 3Su madre siempre le aconsejó que se dedicará a explotar ese don creativo, “esas manos te las dio Dios”, le decía, pero prefirió, recuerda con un gusto en tintes acres, “andar de vago”, aunque era “un vago sano”, cuenta, que erraba por curiosidad y hambre de conocimiento, no de vicios, sin embargo se perdió poco a poco en la cotidianeidad y al cumplir los 20 años ya había encontrado a la mujer de su vida e iniciaba un largo camino en los oficios de mecánico, electricista y cantinero, hasta llegar al bar del antiguo Hotel Los Arcos, donde Luis Coppola padre lo contratara personalmente y permanecería hasta principios del nuevo milenio.

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Junto a sus perras Dolores, alias Lola, y Narcisa, la Chicha, construye no sólo aves, sino barcos, aviones y molinos de madera de hasta tres metros de altura, todo en su modesto taller, adecuado frente a su casa, en la calle Legaspy.

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Su siguiente paso, adelanta, será montar un taller de mayor tamaño y enseñar el oficio, “pa’ que quede algo”, dice, porque “va a ser muy triste” que se “vaya” y que “ya nadie sepa hacerlo”. Busca emprender también nuevos proyectos, en particular embarcaciones, pues los barcos son su segunda pasión, después, claro, de las aves.


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