Dios y el problema del mal

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En esta ocasión guardo silencio para ceder la palabra a Mariana Cano Vázquez, quien fue mi alumna en Centro Escolar Picacho. Ella es una estudiante que acaba de finalizar el bachillerato. Persona brillante, apasionada en el pensamiento y devoradora de libros, perfectas cualidades para tenerle un gran cariño. ¿Cómo surge este escrito? Una tarde, estando ella ya de vacaciones, compartíamos ideas vía Facebook de algunos libros y mientras estábamos en la charla le recomendé una canción de José Luis Perales: “Dime”, que es una interrogación a Dios por el mal en el mundo. Ella me dijo más tarde: “tu canción me hizo pensar demasiado… te haré un ensayo de lo que pienso”. Y así surgió este escrito, que orgullosamente presento, pues, cuando hay una filiación intelectual, uno se siente feliz de lo que piensen y opinen, con seriedad, quienes han compartido con uno la aventura del pensamiento.

Que por ir más allá de una mera enseñanza-transmisión de conocimientos se pueda poner en duda el profesionalismo de un docente, es cierto. Sin embargo, hasta el día de hoy, más que docente me considero un sembrador de inquietudes en los jóvenes, y correr el riesgo de causar escándalo por enseñar que en el pensamiento ayuda más la amistad que la autoridad, es un riesgo que uno nunca dejará de correr. Fruto de este riesgo, y de la exposición a no cuadrar en los sistemas que “adiestran o enseñan” pero no educan, es este escrito, que procede de una ex-alumna, en adelante amiga, de cuyos pensamientos me sentí como un partero. Con gusto presumo que no es la única que se ha limitado a dejar los aprendizajes encerrados en el aula y plasmados en una burda prueba que llaman examen; más de un alumno salió, de esta aventura del pensamiento, inquieto y buscador del saber. Que la alegría por jóvenes como Mariana sea mayor que una congoja por correcciones de parte de un sistema que ve en la filosofía un contenido de aprendizaje a manera de bagaje cultural y no una tarea que tenemos los humanos para vivir cabalmente nuestras vidas, hace que el riesgo sea hermoso y valga la pena una o más reprensiones. Sócrates, siendo tal, fue condenado por pervertir a la juventud, ya podrás imaginar la suerte que corre uno que sólo es un “indejo”. Mucha introducción y estoy robando letras a un escrito que les gustará. Seguramente no todos estén de acuerdo con sus pensamientos, pero al final de sus líneas también le querrás. Lo que siga es pensamiento y palabra de Mariana.

« ¿Qué pienso en torno a Dios y el problema del mal? Pienso que las personas somos las verdaderas causantes de tanto caos en el mundo, pero se nos hace más fácil culpar a Dios de todo: «¿Por qué rayos si es tan bueno permite tanto mal y sufrimiento en el mundo? ¿Por qué si todo lo sabe no previno todo esto? ¿Por qué creó un mundo donde el mal es posible? ¿Por qué nos hizo así? ¿Por qué no lo elimina y ya?”, etc. Preguntas muy difíciles de argumentar, por algo dicen que esto es la “roca del ateísmo”.

Creemos que Dios es perfecto, infinito, bondad y amor supremo, omnipotente, omnisciente, entre muchas más características que se le atribuyen, sin pasar por alto que nos considera como sus hijos. Dios al ser perfecto, infinito, etc., no puede ser causante del mal, pero de nosotros sí, aunque seamos imperfectos y finitos, por lo tanto capaces de «cosechar» el mal. Y entonces, ¿por qué no lo quita y ya? Porque es algo que no se puede evitar, nuestra imperfección y finitud es parte de lo que nos hace seres humanos, si nos quitara esas características no seríamos en sí nosotros. Es como el caso de si se puede crear un círculo cuadrado, ¡pues no! Y no es que no pueda hacerlo y se ponga en duda su omnipotencia, sino que un círculo tiene atribuciones que lo convierten en eso: un círculo, si fuera cuadrado dejaría de ser “círculo”. Es lo mismo con las personas. Luego, ¿por qué nos creó finitos si sabía que el mal podría presentarse? Dios es infinito, si sus creaturas fueran infinitos (no falibles) sería como crearse a sí mismo, y pues no puede haber un infinito que sea creado.

Entonces, si Dios se atrevió a crearnos así, debió de haber sido por una buena causa, por amor a la creatura y porque vale la pena; el mal se nos presenta así como siendo un tropiezo/impedimento inevitable, pero no «definitivo» ni mayor que lo bueno que podemos alcanzar en la vida. Porque si así fuese, nosotros no traeríamos hijos al mundo sabiendo que han de enfermarse, llorar y sufrir; sin embargo, los traemos porque sabemos en el fondo que el bien es mayor que el mal que podemos padecer. Y aparte no es como que nos deja solos y diga «allá arréglatelas tú, es tú problema», no. Dios no es capaz de hacer el mal. Al considerarnos y amarnos como hijos suyos, se queda a nuestro lado e intenta arreglar con nosotros todo nuestro desmadre, como un apoyo indudable para luchar contra el mal. Tampoco se puede esperar que Dios solucione mágicamente todo. Uno también se tiene que poner las pilas, y hacer su parte, porque así como somos capaces de crear mal, está la otra cara de la misma moneda, la de poder crear el bien. Ya es nuestra responsabilidad cuál de las dos hagamos. Dios es el anti-mal, nosotros somos sus brazos y manos en la tarea de luchar contra el mal.

Toda causa tiene su efecto. Si se crea una “maldad”, ésta dejará toda una cadenita de consecuencias que desgraciadamente llegan a afectar a muchos inocentes. Debemos de ser conscientes de lo que conllevan nuestras propias acciones.

E imaginando por un momento que el mundo fuera creado sin mal, no creo que sería del color de rosa que se cree. Y si se piensa que uno sería exactamente igual como persona si se eliminara el mal de él, pues, malas noticias: las personas se conforman de ambas partes, es una constante lucha de ideas, de creencias, opiniones, fragilidad humana. Si todo fuera tal cual “perfecto”, viviríamos como robotcitos, donde no se podría ni apreciar esa “felicidad”, al no conocer la contraparte: el mundo feliz de A. Huxley donde ya no se es humano.

Una historia que me gusta mucho es la de “Los dos lobos”: «Un viejo indio estaba hablando con su nieto al calor y a la luz de la hoguera. El chico preguntó: “Abuelo, abuelo, ¿qué es lo que sucede dentro de mí? Unas veces deseo ser bueno y otras no.” “Hijo, le dijo el abuelo, dentro de ti luchan dos lobos vigorosos. Uno de ellos siempre está malhumorado. Es malo, violento, vengativo y cruel. El otro siempre está de buen humor y está lleno de bondad, de compasión y de amor”. “Abuelo, ¿cuál de ellos ganará?, preguntó el nieto.” El abuelo se quedó pensativo unos segundos y contestó: “El que tú alimentes.”

Que fácil sería poder culpar a Dios de todo, pero se tiene que ser realista, y tomar responsabilidad de nuestros actos. Volver la mirada, y culpar a lo demás, no es la manera de solucionar las cosas, hay que alimentar al lobo correcto y saber que el sufrimiento de los inocentes y personas que mueren de hambre, no es un mal que Dios permita o mande para que aprendamos una lección, es causado en cadenita por el egoísmo de unos cuantos que acaparan todos los medios condenando a morir a sus propios hermanos. Dios es anti-mal y, como tal, nos invita a luchar contra cualquier tipo de mal, sobre todo el mal estructural que ha matado a más personas por la pobreza que las guerras mundiales.» FIN.


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